Los primeros
dos capítulos del Génesis describen a nuestro Dios como un Dios creador, a
través del marco de la creación. Por su parte, el arte, según el diccionario de
la Real Academia Española, podemos definirlo como 1. Una “Virtud, disposición y
habilidad para hacer algo”; y 2. Una “Manifestación de la actividad humana
mediante la cual se expresa una visión personal y desinteresada que interpreta
lo real o imaginado con recursos plásticos, lingüísticos o sonoros”. En vista de
esto, podríamos bien aplicar el concepto de “artista”
y no solo eso, yo diría que también el de “Artista
Universal” a nuestro Dios, como alguien que tuvo la virtud, la disposición
y la habilidad para crear el universo y lo que en él habita, y de esta manera,
manifestó su actividad creadora, mediante la cual expresó su visión personal
(Se dio a conocer a sí mismo) y desinteresada (Amó a su creación),
interpretando así todo lo que conocemos, a través de la materialización de la
realidad misma de este mundo físico.
Las bellas
artes, son formas de arte desarrolladas principalmente por la estética, la
belleza y por su utilidad práctica (Wikipedia, 2014). Algunas de sus
manifestaciones más trascendentes, involucran forma, movimiento y/o sonido. El
enfoque clásico, las clasifica en artes superiores y artes menores, siendo las
primeras, aquellas que pueden contemplarse con la vista y la audición, y las
segundas, aquellas que pueden contemplarse a través del gusto, el olfato y el
tacto. De estos dos pilares del arte, son más trascendentes las artes superiores,
ya que la mayoría de seres animados, tienen la capacidad, de ver y/o escuchar.
La belleza
visual y la belleza auditiva, están presentes desde el principio del universo.
Lo primero que Dios creó, fue la luz, la cual es el fundamento de las artes
visuales, de ella se desprenden todos los colores que nuestros ojos pueden y no
percibir. Desde un principio, Dios ha estado demostrando sus cualidades
artísticas a través de su creación. Creó los colores, creó el movimiento, creó
el sonido dotó a la materia con la capacidad de adquirir forma y a la energía
con la capacidad de transformarse. A esto le añadimos el hecho de que a nosotros,
su creación especial, nos dio la capacidad de percibir todas estas formas de
arte.
La danza como una forma de arte.
En muchos
contextos, la danza se utiliza para expresar la belleza de la anatomía del Ser Humano. Este enfoque
puede ser utilizado para la adoración, de manera que a través de la contemplación
de la belleza humana, contemplemos la belleza y el cuidado de las manos
creadoras de Dios. Sin embargo, este constituye un enfoque de adoración, muy
humanista y puede deslizar algunas mentes débiles hacia la adoración al ser
humano, (La contemplación de la obra de arte, por encima del creador). Por esta
razón, creo que el enfoque más adecuado para la danza, en un contexto
cristiano, es el de utilizar la danza, para expresar la belleza de las características
de Dios y su preeminencia y soberanía universal.
¿Cómo puede
una persona expresar la belleza, la preeminencia y la soberanía universal de
Dios a través de la danza?
La danza utiliza los movimientos para expresar sentimientos, emociones
e ideas. Danzar es como hablar con gestos o movimientos del cuerpo. De la misma
manera que expresamos el gozo que sentimos en la presencia del Espíritu Santo,
cantando:
“Si el Espíritu de Dios se
mueve en mí, Yo danzo como David.
David,
David, David, David danzaba.
Como los
corderitos de la manada.”
Podemos expresar con libertad el gozo que siente nuestro espíritu
al estar en la presencia de Dios.
De esta misma forma cuando cantamos que Dios es magnífico, que
Dios es excelso, que es majestuoso, que dedicaremos nuestra vida a su servicio,
todo esto podemos expresarlo a través de movimientos. He sido testigo de cómo una
persona vino a los caminos del Señor, a través de una danza que expresaba que
sin importar lo que los demás digan o piensen de uno, es nuestro privilegio
venir a los pies de Jesús, besar sus pies y perfumarlos con nuestras alabanzas —La
canción que se interpretó a través de la danza en ese momento, fue “Beso tus pies” de Marcos Brunet. He sido
testigo de cómo personas han llorado, de cómo personas han renovado sus votos
delante del Señor, porque han sido tocados por las emociones y las ideas
transmitidas a través de una aparentemente simple danza.
El espíritu
humilde y la danza.
En la medida que hablamos de la danza, es necesario que también se
hable acerca de las actitudes que se trasmiten a través de la danza. ¿Qué te
motiva a danzar? ¿Buscas que los demás te valoren a través de la danza? ¿Buscas
darte a conocer a través de la danza? ¿Buscas expresar tus sentimientos de una
manera egocéntrica y altiva? Ó ¿Buscas elevar el espíritu y la comunión de las
personas hacia Dios? Hacia aquel que está sentado en la más sublime soberanía y
majestad. ¿Buscas manifestar la gloria de aquél a quien día y noche ángeles y
seres vivientes de todo el universo adoran? Estas son solo algunas de las
preguntas que, no solo el que danza, sino también quien realiza cualquier otra
acción para Dios, debe hacerse. Es necesario que de cada coreografía, de cada
progresión de movimientos se analice: ¿Quién es exaltado con tu danza, tu
espíritu o el de Dios?
Un espíritu Humilde, no busca exaltarse a sí mismo, sino a alguien
más, no busca su propia gloria, sino la de Dios. Es necesario que cada día nos
humillemos bajo la poderosa mano de Dios, cuando sea su tiempo, él se encargará
de exaltarnos, pero no es, ni nunca será nuestra exaltación lo importante, sino
la de Dios. No debemos equivocarnos, ni engañarnos a nosotros mismos. Nunca
podremos tomar la gloria que le pertenece a Dios, tomando gloria por lo que
hacemos para Dios solo podríamos falsamente engañarnos a nosotros mismos,
taparnos los ojos ante la realidad de que suya es toda gloria y toda gloria
desde siempre y para siempre.
En conclusión, considero que la danza y las demás bellas artes,
pueden ser un método efectivo de adoración, ya que por medio de la expresión de
la belleza de la creación, podemos expresar la belleza de nuestro creador,
siempre que nos hayamos despojado de toda altivez y de toda falsa humildad.
Dios está desde un principio dándose a conocer como un artista, como alguien
emocionado por contemplar la belleza de
su creación, cuando creamos o hacemos arte, adoramos, porque le
expresamos a Dios lo bello de su creatividad.
Siempre que sean empleadas con humildad delante de Dios y con sentimientos
genuinos, las bellas artes constituyen y constituirán siempre, un servicio muy
efectivo de adoración a nuestro Dios.
—Ismael
Concepción