miércoles, 27 de marzo de 2013

El Rey Quema el Royo.


En los tiempos de Jeremías, gobernó sobre Israel un rey llamado Joacim, que en hebreo significa: “El SEÑOR Establece” o “El SEÑOR Levanta”. Podemos encontrar documentación de su reinado en el 2do libro de los Reyes de Israel, en el 1er y en el 2do libro de las Crónicas de los Reyes de Israel, en el libro de Jeremías y en el libro de Daniel, todos estos, libros de la Biblia. No obstante, en este artículo me enfocaré en un acontecimiento específico que ocurrió durante su reinado: El momento en el que toma los royos de la profecía dadas por Dios a Jeremías y los manda a quemar.

Joacim era hijo de Josías, el cual también fue rey de Israel en su tiempo. Josías, su padre, fue un rey muy temeroso de Dios, fue el rey más joven de la casa de Israel y, si no me equivoco, también uno de los más jóvenes de la historia del mundo. El Rey Josías reinó en Israel desde los ocho años y su reino permaneció por poco más de 30 años. Aquél pequeño muchacho a quienes todos habían menospreciado y escondido del trono real, fue aprobado por Dios para dicha posición. Josías le fue fiel a Dios y como consecuencia a esto, Dios brindó a Israel paz militar y política durante su reinado, ya que para ese entonces, el imperio asirio llegaba a su fin.

No obstante a esto, poco antes de su muerte, el rey Josías tomó una decisión, ignorando la opinión de Dios acerca de la misma, Josías marchó en contra del imperio egipcio, cuando estos ni siquiera veían a Judá como un pueblo enemigo. Dios había hablado con Josías acerca de esta decisión, a través del profeta Jeremías, pero Josías echó a un lado la voz de Dios y continuó con este plan que llevaría a la casa de Judá al fracaso, ya que, tiempo después, los egipcios tomarían el poder de la nación y pondrían como rey alguien fácil de manipular.

Llega a resultar hasta un poco difícil de creer que la persona puesta por los enemigos de Josías, para gobernar Judá y mantenerla sometida, iba a ser el propio hijo de Josías: Joacim, el cual suplantó el puesto de su hermano mayor, quien había sido coronado por el propio pueblo. Los egipcios enviaron a Joacaz, el hermano de Joacim, cautivo a Egipto, lejos de la tierra de sus padres. Fue de esta manera como Joacim fue instituido rey de Judá, por medio al pueblo egipcio, quienes cambiaron el orden del trono de su propia familia.
Uno ve como las tercas decisiones del rey Josías afectaron en tal grado al reino de Judá, es un tanto insólita la forma en que fue degradado este reino por causa de la terquedad de su rey, algo que más tarde brotaría en su hijo Joacim.


Todos estos acontecimientos de la casa real de Judá, fueron observados por Dios, quien aconsejaba cada cierto tiempo a la casa de Israel, para que volviese a escuchar su voz y se apartase de sus malos caminos. El profeta Jeremías, estuvo presente durante todo este tiempo y Dios le revelaba todo lo que acontecía en ese entonces acerca de las decisiones políticas y las rebeliones de la casa de Israel y todo lo que acontecería en consecuencia a esto también. Para cuando Joacim tomó posesión del trono de Judá, Dios ya había dado palabras de profecía a Jeremías, desde cuando Josías era rey, hasta entonces. Todas estas profecías, eran, en ese entonces escritas en grandes royos de papel, los profetas, leían estas profecías en alta voz, en público, esta era la forma como daban a conocer al pueblo una profecía destinada para todo el pueblo, estas profecías llegaban a oídos de altos mandatarios, quienes decidían si seguir haciendo las cosas mal o si volverse de sus malos caminos.

Durante el año cuarto del reinado de Joacim sobre Judá, Dios habló a Jeremías, diciéndole:

“Toma un royo de libro y escribe en él TODAS las palabras que te he hablado contra Israel, contra Judá y contra las naciones, desde el día que comencé a hablarte en los tiempos de Josías, hasta hoy.

Quizá oiga la casa de Judá todos los castigos que pienso enviarles y quizás se arrepienta cada uno de su mal camino, me dispondré entonces a perdonar su maldad y su pecado.”

A  Jeremías se le había prohibido la entrada a la casa del SEÑOR, por lo que necesitó la ayuda de Baruc, un escriba, hijo de un señor llamado Nerías, el cual, no solo redactó en papel las profecías del profeta Jeremías, sino que fue a quien envió Jeremías a leer estas profecías en frente del pueblo. Todas estas profecías de las que les hablo, se encuentran en los primeros 35 capítulos del libro de Jeremías, las mismas hablan de invasiones extranjeras, copas de ira, años de desolación, profecías contra los reyes de Judá, Promesas de redención y gloria futura de la casa de Israel y restauración del reino, entre otras. Cuando estas palabras, escritas en el royo, llegaron a oídos de altos funcionarios, estos mandaron a llamar a Baruc y estando a solas con él, le pidieron que leyera una vez más las palabras de profecía que había escrito de labios del profeta Jeremías.


Cuando Baruc terminó de leer las palabras del royo, sintieron miedo y le dijeron a Baruc: “Ve y escóndete tú y Jeremías y que nadie sepa donde estén”. Luego de esto, le llevaron el royo al rey, el cual estaba su casa de invierno y frente al lugar exacto donde estaba, había una brasero ardiendo. La Biblia narra en el versículo 23, del capítulo 36 del libro de Jeremías, que cuando habían leído 3 o 4 planas, el rey tomó un cortaplumas y rasgó el royo y lo echó, como si no tuvieran importancia alguna, sobre las brasas de fuego ardiendo. En ese momento, fue cuando brotaron del corazón de Joacim, las mismas actitudes de rebelión de su padre y aunque algunos de los príncipes presentes en aquella reunión, le rogaron que no lo hiciera, quemó el royo.


Como era de esperarse, Dios cumplió todos los castigos que había profetizado a través de Jeremías a Judá. Joacim marchó en campaña en contra del rey de Babilonia, de la misma forma en que su padre había marchado en contra del rey de Egipto muchos años atrás. El segundo libro de Reyes, capítulo 24,  narra que contra él se levantaron los caldeos, los sirios, los moabitas y los amonitas, con el fin de destruir a Judá, conforme a las profecías que había dictado Dios contra la misma, desde los tiempos de Josías.

Tanto en la historia de Josías, como en la historia de Joacim, podemos apreciar cómo se pueden agravar las cosas cuando se hace lo contrario al consejo divino. Dios habló a Josías, más este ignoró su voz, de igual forma habló a Joacim y este, aparte de ignorarle, tuvo la osadía de quemar el royo que Dios había mandado a escribir. Ambos casos, son ejemplos de terquedad al extremo de ignorar la voz de Dios y actuar como si su consejo no tuviese experiencia y como si él no supiese todas las cosas.

Muchas veces, en nuestras vidas, tomamos decisiones contrarias a aquellas que Dios nos pidió que tomemos, un caso más simple es el caso de Jonás, quien prefirió ir a otro pueblo, antes de ir al lugar que Dios le había pedido que fuese a predicar sus juicios, su amor y su misericordia. Muchas veces,  ignoramos la voz de Dios por temor a cosas más simples, como el “Qué dirán” o el famoso: “¡Podría fracasar!”. Te invito hoy a que hagas un análisis a tu vida y busques en qué área de tu vida estás, por así decirlo, “Quemando el royo” de la palabra que Dios te ha dado o de la palabra que Dios te ha pedido que des. No hay que ser un rey como Josías o como Joacim para cometer este tipo de errores, cualquiera de nosotros puede llegar a cometerlos, quizás no de la forma en que ellos lo hicieron, pero sí lo hacemos, cuando callamos y no hablamos del poder de Cristo a nuestros amigos, aún sabiendo que Dios nos ordena en su palabra que demos por gracia lo que por gracia hemos recibido, así también en una infinidad de ocasiones y situaciones de la vida diaria, no obstante, el punto está en que una vez que lo descubras, una vez que descubras tu rebelión, ¿Qué harás al respecto?



domingo, 24 de marzo de 2013

Las Cosas Que Permanecen.

Es increíble como el Espíritu Santo va preparando el terreno de tu mente para cuando vas a recibir una mala noticia.

Comenzó trabajando un día antes, mientras estaba realizando un trabajo práctico para una de las materias que estoy tomando este cuatrimestre en la universidad, estaba un poco nervioso respecto a este. Mientras trabajábamos en un proyecto práctico para una de las materias que me tocaba tomar ese día, un compañero me dijo, de la nada estas palabras: "Bro, todo esto es vanidad, uno estudia, todos nos esforzamos por ganar un buen estatus económico, y al final de cuentas, todos vamos a morir algún día."


Luego esta mañana, mientras caminaba a tomar el transporte hacia la universidad, estaba muy nervioso debido a que tenía un parcial de matemáticas, no sé por qué, ni como entró este pensamiento a mi mente, pero interrumpió todo lo demás que estaba pensando:
"¿Qué pasaría si yo muriera hoy? ¿Qué pasaría con esta materia? ¿El índice académico por el que tanto me preocupo, irá conmigo al cielo? ó Las calificaciones en la universidad ¿me acompañarán en mi ascenso en el día de la resurrección? Acumularás riquezas en la tierra, pero al final ¿QUÉ PASARÁ CON ELLAS?".

En ese preciso momento, supe que el Espíritu de Dios estaba hablando a mi vida, aún no sabía qué quería decirme exactamente, aún no sabía qué me esperaba el día de hoy, llegué a pensar que, posiblemente, estos pensamientos fluían en mi cabeza porque quizá hoy iba a morir. En un instante sentí temor, pero un momento después, recordé que Dios estaba conmigo y que aunque pase lo que pase, todo iba a obrar para bien en mi vida.

No obstante a esto, lo que menos imaginaba, era que más tarde me darían la noticia de que un compañero de clases había muerto, realmente no puedo decir que eramos amigos, no puedo decir que vivimos muchas experiencias juntas, pero ya sabes, era de esas personas que resultan ser personas agradables y eso. Bueno, para no desvirtuar todo el contexto, la noticia me impactó tanto, porque me daría una importante lección de vida: NO TE AFERRES A ESTA VIDA. Es bueno vivir bien, es bueno llegar a tener una familia y mantenerla saludablemente; es bueno aportar cosas positivas a este mundo, pero es mejor aún trabajar en lo espiritual y hacer tesoros en el cielo donde nada te podrá separar de las riquezas que el Padre había guardado para ti y para mí.



Todo es pasajero, todo en el mundo material es vano y pierde el sentido en algún momento. Cito, para concluir, una gran cita del sabio rey Salomón:

"El polvo volverá a la tierra, de donde fue tomado, más el espíritu, vuelve a Dios que lo dio".