martes, 10 de abril de 2012

La rudeza no es franqueza ni la hipocresía sensibilidad.


Los seres humanos tenemos que lidiar con el deseo interior de cumplir el mínimo esfuerzo en nuestras relaciones interpersonales. Muchos, no llegan a superarlo y andan soltando inepcias por doquier, sembrando dolor, amargura y a veces hasta rencor en las mentes de las personas, condenándose a sí mismos ante la sociedad.  Ya decían los filósofos que defendían el pesimismo en la conducta del Hombre que las personas son de por sí malas y que por más que intentemos, no alcanzaremos a ser perfectos. Ciertamente la perfección solo Dios la Tiene, sin embargo, no es lícito destruir con palabras lo que con esfuerzo otros construyen.

Si bien es cierto que nacemos en la maldad heredada desde los inicios de la humanidad y que nos impulsa a rendirnos ante lo pésimo, nuestro deber como seres racionales es de luchar contra esta y vencer. La sensibilidad de las personas, e incluso los buenos modales y la educación en que fue formada, se refleja en la voluntad, deseo y esfuerzo por sembrar lo bueno y cosechar lo excelente. ¿Qué siempre habrá gente que comentará negativamente acerca de nuestras acciones? – ¡Cierto!…  Sin embargo, no es igual cuando lo hacen teniendo razón que cuando lo hacen sin fundamento en sus palabras. La seguridad personal que recibimos cuando tenemos tacto en el trato con los demás, vale cien veces más que el auto-refuerzo ególatra que recibimos cuando somos rudos con alguien, así que ¿Por qué no esforzarse?

El verdadero tacto es solo una de las derivaciones del poder de las palabras y su repercusión en las demás personas. El sabio Salomón decía:
“[…] La blanda respuesta quita la ira; Mas la palabra áspera hace subir el furor. La lengua de los sabios adornará la sabiduría; Mas la boca de los necios hablará sandeces. […]” Esta afirmación fue plasmada en el libro de proverbios, el cual ha ayudado a muchas personas: a superar la mediocridad de su lengua y agarrarse de manos con la sabiduría del buen trato.Esta mediocridad nos impulsa hasta cualquiera de los dos extremos: El de hablar desconsideradamente y la consideración a nivel de hipocresía hacia los demás.

Las personas con un bajo nivel educacional tienden a cometer errores por la falta de buenas costumbres en ellas. ¿No pueden dar de lo que carecen? ¡Cierto!  Pero también pueden optar  por buscar lo que no tienen.  A través de la historia tenemos ejemplos de personas que han trastornado el mundo y cuyo preceder no fue el mejor. Todos tenemos la capacidad, más no todos nos decidimos a combatir la mediocridad. Es como el muchacho joven del que hablaba Grace Stuart En su texto “Conversar y Convencer” el cual irrumpió con una observación que pudo tomarse hasta de inmoral en un grupo de personas: “Su error fue creer que un mutilado puede llevar una vida normal.” dijo, sin tener en consideración que en dicho grupo había un lisiado presente.


Podemos tener tacto sin necesidad de ser hipócritas, podemos ser sinceros, sin necesidad de ser rudos. No sucumbamos ante la mediocridad de nuestra naturaleza humana, puesalgún día lo lamentaremos. Fomentemos y utilicemos el tacto en nuestras relaciones interpersonales, y algún día lo agradeceremos. La capacidad de sentir y compadecernos del dolor del otro es lo que nos hace seres humanos, cuando olvidamos esto, perdemos nuestra naturaleza. Sentir es vivir, dar un buen trato es vivir con excelencia.