miércoles, 31 de octubre de 2012

El Pecado - Una Lucha Contra Tí Mismo

Cómo luchar contra algo que no morirá hasta verte muerto, cómo vencer en esta tan ardiente batalla a la que nos enfrentamos todos los días de nuestra vida.

Tanto tratamos, como creyentes del amor de nuestro Señor, de hacerla morir, pero cuando más nos confiamos, en ese momento se manifiesta, dejando en nosotros ese amargo sentimiento de dolor profundo, por que le hemos fallado, una vez más, a nuestro creador.


No obstante, luego de este momento de culpabilidad, brota, de aquellos quienes a pesar de todo desean agradar a su Señor, una profunda reflexión acerca del perjurio que contra sí mismos y la rebelión que contra su Dios han cometido. Cómo empezo todo esto? Pues bien sabemos que todo tiene un comienzo y que así mismo todo pecado una premeditación, formulamos esta pregunta con la esperanza de no caer en el mismo error dos veces, Qué me indujo a pecar? Qué estimuló mis humanos sentimientos hacia esta dulce sensación, pero luego amarga culpa? - QUÉ MÁS QUE TU PROPIA CONCUPISCENCIA!, el problema es, de dónde proviene la misma. De esta manera, nos remontamos al edén, lugar donde la especie humana era el tope de la creación, lugar donde el Hombre fue creado bajo una notable perfección, sin embargo, esto que Dios mismo puso en nosotros, el primer Hombre desaprovechó al extender su mano y comer del fruto, lo más egoísta que hasta este punto algunos llegamos a crear pensamientos de que quizás la culpa fue de Dios al tentarnos de esa manera, pero, acaso no nos dio él mismo la vida, acaso tampoco puso en nosotros perfección, acaso nos era imposibles serle fiel, acaso no hubiéramos recibido aún mayor gloria si no hubiésemos pecado? Fueron nuestras propias manos que se extendieron y tomaron del fruto que había sido prohibido con grande anticipo de parte de Dios.

En lo personal, confieso que, en este ámbito, tengo una gran duda, la cual hago saber: "Por qué tenemos que repetir durante toda nuestra vida esta historia?". Es decir, por qué una y otra vez tomamos del fruto, pero ahora no de el del conocimiento del bien y el mal, sino del fruto del pecado, una analogía que entra en contradicción con muchos intelectuales, quienes dicen que el pecado no da frutos, sino que solo manifiesta obras. Esta última  afirmación, es algo que hasta cierto punto comparto, puesto que comprendo claramente mucho de lo escrito por Pablo en cada una de sus epístolas, sin embargo, comparando el pecado con un árbol, el cual dé frutos, en semejanza con la inicial analogía real, propuesta por el mismo Dios y dada a conocer a través de Moisés,  creo que también pueden llamarse frutos a las "obras de la carne", más retomando la pregunta inicial de esta idea, qué nos hace volver a desear el fruto de este árbol una y otra vez? Será que con esta acción de Adán nuestra propia naturaleza se vio afectada? Sea como sea, hoy por hoy, muchos grandes ministros del Señor, han caído en una grande penuria y mucho más grande culpa, por el simple hecho de haber pecado.

Tantas preguntas y tan pocas respuestas, algo que una vez más deja claro lo finita que es nuestra mente. Por qué, si ya hemos vencido a través de Cristo el pecado, sentimos aún las secuelas de la desobediencia de Adán? Y no es mi deseo orientarles a que el sacrificio de Cristo no fue suficiente, pues creo que la voluntad Buena, Agradable y sobretodo PERFECTA de Dios se cumplió hacia la humanidad a través de Cristo, sino que reflexionemos un poco, si no tenemos luchas en la tierra, entonces, cuál sería la gracia de ser galardonados en el cielo? Acaso no se esforzaban tanto los apóstoles en comparar el evangelio que vivimos con una carrera, la cual, aunque es larga, acoge al final de sí, un galardón para todo el que termine, y qué mayor gloria que tener el privilegio de estar al lado de Dios mismo, que mayor honor que que nos sea quitado este peso de la carne que toda nuestra vida nos ha pesado.

Es por esta razón que considero inminente y a su vez necesaria la lucha contra nuestra propia naturaleza, haciéndola morir con ayunos y la transformación, en la palabra, de nuestras mentes carnales a mentes espirituales. Es mi deseo lograr esto, por lo que, al igual que el escritor de la epístola a los Hebreos, siempre mantengo un enfoque en Jesús y en su muerte, pienso que si hubo uno que, aún siendo inocente, sufrió la muerte que por mi pecado yo tenía que sufrir, entonces por qué he de rendirme en esta carrera al final de la cual un grande galardón me espera. Sigamos el blanco de la soberana vocación de Dios en Cristo Jesús.