Comencé a escribir este estudio, debido a que un día
me levanté con un pensamiento, que durante el servicio de mi iglesia, del día
anterior, me impactó acerca de cómo los seres humanos podemos vernos arrastrados por lo cotidiano, ignorando
la parte hermosa de la vida.
En el cielo, en la tierra o incluso en nosotros
mismos, la creatividad de Dios se demuestra plenamente. Somos un milagro
viviente, un testimonio vivo de la Gloria de Dios, somos, adjunto de toda la
creación, una alabanza viva y constante a Dios (1 Crónicas 16:31-34).
Y me choca que aun habiendo creado los cielos y la tierra, y habiéndola llenado con especies de animales y plantas, se plació en crearnos (Génesis 1:26) y en colocarnos en su creación como administradores de la misma. Me asombra también la dedicación que notablemente tuvo al momento de crearnos. El primer capítulo de toda la Biblia, el primer capítulo del libro de Génesis, habla acerca de la creación y de cómo creó Dios los cielos y la tierra. Si comparamos el momento de este capítulo en el cual Dios nos crea como especie (La especie humana), con el resto de la creación, los cuales ocupan los primeros 25 versículos, todo fue creado por una palabra de la boca de Dios, ejemplos de esto tenemos en Gen. 1:3; 1:11-12; 1:20; 1:24. Continué leyendo todo el capítulo y me di cuenta, que podía separar la creación en fases, ubicando el final de una fase ante la aparición de la frase: “Y vio Dios que esto era bueno” o “Bueno en gran manera”.
La siguiente fase [Fase 2],
termina en el versículo 10, cuando dice: “Y llamó Dios a lo seco Tierra, y a la
reunión de las aguas llamó Mares, y vio Dios que era bueno”. Durante este
proceso, Dios creaba las diferentes
capas de la tierra. El autor habla en un lenguaje tan simple, por la simple
razón de que los términos, hidrósfera, atmósfera, estratósfera litósfera se
basan en términos, en su mayoría, de origen latín o griego, y sabemos que los
griegos no llegaron hasta Algunos años después. Al no existir estos términos y
para evitar dar argumentos sin propiedad, Moisés, inspirado por el Espíritu
Santo, se limitó a decirlo en estas pocas palabras: “Dios llamó a lo seco
Tierra, y a la reunión de las aguas Mares, y vio Dios que era bueno”. Pero no
nos quedemos ahí, pasemos a lo que yo llamo: Fase 3 de la creación, la cual termina en el versículo 13.
En dicha fase, Dios creó, por la palabra, las plantas, las cuales dieron un color
pintoresco y un aire de vida a toda la corteza terrestre. Pasamos a la fase 4, en la cual se habla de la luna
y el sol y las lumbreras en el cielo, el sol como lumbrera mayor y la luna como
lumbrera menor, una se enseñorea del día y la otra se enseñorea de la noche.
La Fase 5 va desde el
versículo 20 hasta el 23. En esta fase, Dios da la palabra a las aguas, de que
creen dentro de ellas a todo tipo de animales marinos, asimismo aves y todo
tipo de animal que vuela. Continuando a la Fase
6, Dios ordena a la tierra que produzca seres vivientes según su género,
bestias, serpientes y demás animales. Esta fase va desde el versículo 24, hasta
el versículo 25.
En este momento, nos detenemos y notamos que, sorprendentemente, hay una
fase aparte para nosotros del resto de la creación, mientras el resto de la
creación fue creado por especie, Dios toma un tiempo especial para crearnos a
nosotros. En otras palabras, ya el hogar había sido creado, ya había sido habitado,
¿Qué podría faltarle? -Seres racionales que administren todo este bien en la
tierra. Y así, Del polvo de la tierra, creó Dios el primer prototipo de especie
humana [Gen. 2:7], sobre el cual,
cuando estuvo listo, Dios sopló su aliento, dándonos vida, y ¡poniendo un poco
de Él en nosotros!
Es curioso que la Biblia dice que Dios haya
respirado sobre nosotros, es decir, LITERALMENTE dice que Dios sopló “Aliento
de vida” sobre nosotros, lo cual, a su vez, nos dio vida. No obstante a esto, es
más curioso aún el hecho de que Dios haya realizado, con sus manos, una escultura
de nosotros antes de darnos vida y es algo que personalmente me resulta
gracioso, ya que me tomé la libertad de investigar un poco acerca de nuestra
arquitectura fisiológica, solo para descubrir la gran belleza interna que Dios
con sus manos creó en nosotros antes de soplar vida sobre nosotros,
verdaderamente somos un milagro andante.
Tomemos un vistazo a uno de los 5 sentidos humanos, uno de los cinco
dispositivos de entrada del cuerpo humano, el cual sirve para detectar ondas sonoras a todo nuestro alrededor.
El oído, como le conocemos, es, a simple vista, un órgano más. A este punto, esta imagen, solo puede resultar atractiva para un(a) estudiante de medicina o un profesional de la salud, sin embargo, al analizarlo más a fondo, descubriremos su verdadera belleza.
Este órgano, puede detectar una onda de sonido
cualquiera, entre los 20 y los 20,000 Hz. Las mismas, entran por el oído,
chocando las paredes del conducto auditivo externo, y reciben una disminución
por la obstaculización que produce el cerumen
y los pelos del oído. Las mismas ondas de sonido que aún son un “fenómeno”
sin explicación científica pasan en menor proporción al oído medio, al chocar
estas ondas con el tímpano, producen, en el mismo, una vibración que luego es
detectada por el martillo, y traducida por el nervio auditivo.
El punto es que este aparato que tenemos aquí, es
capaz de transformar las ondas sonoras en impulsos eléctricos que luego son
enviados a las neuronas del cerebro para su análisis y comprensión. No se
imaginan el flujo constante de energía sonora que hay entre sus oídos y su
cerebro ahora mismo, Mientras yo estoy hablando sus cerebros procesan en
cuestión de microsegundos cada palabra, cada silaba, cada sonido emitido por mi
voz, lo transforman en electricidad y lo envían al cerebro, el cual, transforma
dichos impulsos eléctricos en información codificada y compuesta, la cual, en
cuestión de milésimas de segundo, se almacenan en nuestros bancos de memoria.
Incluso la primera palabra, y el primer sonido que
escuchó ayer, al despertar, está almacenado en su cerebro. Es posible que no
pueda recordarlo, debido a que esta información se afianza a través de la
repetición, y cuanto más fuerte sea el refuerzo, más fácil de encontrar será
dicha información, valga la redundancia. De manera que si a ése primer sonido
que escucho al despertar, no le prestó atención, y no hizo un intento por
retenerlo, queda almacenado en lo profundo de su cerebro, esperando por llegar
a ser utilizado algún día.
Dicho sistema neuronal nervioso, en conjunto con
todos los sistemas de percepción de nuestro cuerpo fueron diseñados por las
propias manos de Dios. Lo digo para que dejemos de verlo, en Génesis 1:7, como
una simple escultura de lodo, y comencemos a verlo como una compleja obra de arte. Somos un milagro, y basta con conocer nuestro
funcionamiento para ver la mano de Dios obrar cada día, ya que cuando conocemos
estas cosas nos acercamos más sinceramente a Dios.
Dios nos creó para que reflejemos su gloria como
parte de su creación, una gloria inigualable e incomparable, para que demos
testimonio de su grande majestad, reino y poder, así como también su grande
amor, creatividad y detallismo. Por dicha razón, no es de sorprender que cosas
tan sorprendentes como nuestros sentidos formen parte de nuestra vida diaria.
Después de haber creado todo el planeta y luego de
haberlo habitado con animales y plantas, Dios decidió tomar tiempo para nuestra
creación, aparecimos nosotros como fruto de ese esmero de Él mismo en crear una
especie con la cual pueda pasar tiempo de caridad, una especie que sea también
capaz de administrar todo lo que Él había creado. Nuestro lugar está en los
brazos de Dios, Él nos conoce, Él sabe como funcionamos y todo lo que
necesitamos para vivir y ser felices en esta vida.
No importa cuál sea nuestra necesidad, dolor o
sufrimiento, Dios puede llevarlo, Dios puede darle una solución, trastornar
nuestra situación para bien y hacer que todo obre a favor nuestro. Dios es real, Él nos creó, así que no debemos
dudar en que su favor para nosotros se demuestra cada día y se renueva cada
mañana.